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Su creadora original fue Julia Ward (1819- 1910) una feminista abolicionista y activista estadounidense, defensora de los derechos de las mujeres. Autora de ensayos, libros de viajes y poemas y la primera mujer elegida para la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras en 1908.

Fue presidenta del Club de mujeres de Nueva Inglaterra desde 1871. Ayudó a fundar la Asociación para el Adelanto de la Mujer en 1873, la Asociación Nacional estadounidense de sufragio de la mujer (NAWSA) y los clubes de la Federación General de mujeres.

Ella promovió la creación del «Día de las Madres para promover la paz», con el objetivo de erradicar la guerra que era su principal preocupación, y con este propósito, durante muchos años esta fecha se dedicó a llevar mensajes pacifistas.

Posteriormente en 1907, la norteamericana Anna Jarvis, lanzó una campaña para que el Día de la Madre se reconociera oficialmente. La madre de Anna también había fundado en varias ciudades de EE. UU. un día para conmemorar el esfuerzo de las madres trabajadoras, intentando mejorar con sus acciones las condiciones de salud y de sanidad en el trabajo de las mujeres. Durante la Guerra de Secesión lideró grupos de mujeres que actuaban como enfermeras en el frente de batalla.

Por ello, al morir su madre, Anna quiso conmemorar el fallecimiento organizando en su honor un día de la madre, logrando que el presidente de EE. UU., Woodrow Wilson, en 1914 proclamase un día de fiesta nacional; que luego se hizo internacional, como “expresión pública de nuestro amor y reverencia hacia todas las madres” y a partir de ahí, se desvió de su fin original.

Proclama para el día de las madres

Para que quede claro el espíritu que inspiró este día, vale la pena leer el llamado a la paz y al desarme que Julia Ward hizo, movida por la guerra franco-prusiana, a través de una proclama que pocos conocen:

«¡Levántense, mujeres de hoy! ¡Levántense todas las que tienen corazones, sin importar que su bautismo haya sido de agua o lágrimas! Digan con firmeza: ‘No permitiremos que los asuntos sean decididos por agencias irrelevantes. Nuestros maridos no regresarán a nosotras en busca de caricias y aplausos, apestando a matanzas. No se llevarán a nuestros hijos para que desaprendan todo lo que hemos podido enseñarles acerca de la caridad, la compasión y la paciencia. Nosotras, mujeres de un país, tendremos demasiada compasión hacia aquellas de otro país, como para permitir que nuestros hijos sean entrenados para herir a los suyos. Desde el seno de una tierra devastada, una voz se alza con la nuestra y dice ‘¡Desarma! ¡Desarma!’ La espada del asesinato no es la balanza de la justicia. La sangre no limpia el deshonor, ni la violencia es señal de posesión».

Y sigue: «En nombre de la maternidad y la humanidad, les pido solemnemente que sea designado un congreso general de mujeres, sin importar nacionalidad, y que se lleve a cabo en algún lugar que resulte conveniente, a la brevedad posible, para promover la alianza de diferentes nacionalidades, el arreglo amistoso de cuestiones internacionales».

De día de protesta a día de consumo

Hacia 1920, Anna Jarvis se percató de la comercialización generalizada de la idea de su madre y manifestó su desacuerdo por considerarlo desviado, hasta el punto de que, en alguna ocasión, fue arrestada por “perturbar la paz debido a sus manifestaciones ruidosas”.​ Ella y su hermana usaron su herencia para hacer campaña en contra de las celebraciones comerciales del día de la madre, por el simbolismo negativo y contrario a su origen.

La magia del patriarcado logró convertir lo que surgió en rebeldía contra la dominación, en instrumento de más opresión, con la aquiescencia de las propias afectadas. Flores, salidas a restaurantes, serenatas, regalos (que incluyen muchos electrodomésticos) sustituyeron lo que sus fundadoras quisieron para las mujeres de su época: paz, participación, solidaridad, comprensión.

Más aun, este día ha servido para reforzar el ideal de la maternidad como imperativo de vida, en destino y sinónimo de ser mujer. Para muchas mujeres, ser madres no es una decisión, sino una imposición que ha motivado luchas feministas por el derecho a elegir serlo. Para ello se conmemora los 10 de mayo el “día de la maternidad voluntaria”, porque no es cierto que todas las mujeres nacen para ser madres.

Las leyes y las políticas que limitan o restringen el acceso femenino a la anticoncepción y al aborto legal seguro -presentes aun en muchos países incluido el nuestro-, violan los derechos a la autonomía reproductiva y a la libre autodeterminación y son un claro mensaje de perpetuación del rol reproductivo, al que someten a las mujeres bajo el chantaje de que “mujer que no es madre, no se realiza como mujer”.

Rescatemos el significado de este día

Creo que Julia Ward puede ser una gran referencia para los procesos de paz con perspectiva feminista si difundimos su proclama, aprovechando este publicitado día de las madres. También podríamos darle otro significado a tan edulcorada fecha, si lo dedicamos a denunciar lo que pasa con la mayoría de las mujeres madres en todo el mundo. Sobre todo si alertamos que, a esta fecha, tras la pandemia y el confinamiento, son las madres trabajadoras quienes más están sacrificando sus carreras en todo el mundo.

Trabajemos por un día de la madre donde salgamos a protestar para exigir licencias de maternidad y paternidad remuneradas con el mismo tiempo de disfrute para ambos; leyes que regulen los cuidados para que no sean ellas las únicas responsables de levantar una familia; sanciones penales para padres ausentes que se desentiendan de las criaturas; medidas efectivas para evitar violencia gineco-obstétrica; aborto legal, seguro y gratuito para evitar que más mujeres mueran en la clandestinidad; justicia para madres presidiarias y atención a sus hijos por parte del Estado; acompañamiento para las madres que han perdido a sus hijas por femicidios… Esas sí serían buenas razones para seguir celebrando el día de las madres, como Julia y Anna lo soñaron.

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