Miami, por momentos, parece una versión surrealista y postmoderna de Macondo, el pueblo ficticio donde se desarrollan varias novelas de Gabriel García Márquez. Suceden cosas inauditas, fuera de toda explicación humanamente posible. Los villanos y los héroes cambian de nombre, pero la víctima es siempre la misma: el contribuyente.
Hace algunos años, los miembros de la comisión de la ciudad aprobaron una propuesta para instalar una noria, rueda, artefacto, estrella, mirador (según como se le llame en su lugar de origen) en terrenos públicos del Bayside Marketplace.
Parece que fue ayer cuando se hizo realidad la encomienda y Miami tenía su mirador, al estilo de rueda gigante como las de Londres, París o Las Vegas. En su momento con bombos y platillos el alcalde de Miami, Francis Suárez, junto al comisionado Manolo Reyes, cortaron la cinta inaugural de la moderna estructurade 190 pies de altura, que gira lentamente 42 góndolas con aire acondicionado. Cada una con capacidad para 8 personas que, durante 15 minutos, pueden disfrutar de una perspectiva de ensueño de la capital del sol. Se esperaba que al menos medio millón de turistas visitara la atracción al año.
Todo era bonito, en teoría. Ahora los operadores del atractivo turístico enfrentan problemas fiscales y deben más de un millón de dólares en impuestos. Dólares que se deberían usar a financiar los gobiernos de la urbe y el condado, acorde a un trabajo investigativo de WLRN South Florida.
Lo peor es que la ciudad de Miami no ha recibido pagos totales desde 2020, según los registros, al punto que Skyviews Miami Observation Wheel, una empresa con sede en Arizona, es la segunda mayor deudora de impuestos sobre “propiedad tangible” en el condado de Miami-Dade en el último año.
Nada está oculto, la compañía en cuestión reconoce los problemas fiscales y atribuye la situación a una disputa sobre el valor de la atracción. Los ejecutivos aseguran que es mucho menor a la cifra presentada por la Oficina del tasador de la propiedad, monto que se eleva a los 17 millones de dólares.
Los problemas fiscales de la noria se hicieron evidentes después de una auditoría que descubrió “traspapelado” unos 384,827 dólares de morosidad en el alquiler y recargos por boletos desde su inauguración.
Ahora bien, el dilema no se queda aquí. Más de 250,000 de este monto debían haber sido destinados al Bayfront Park Management Trust (BPMT), el grupo que gestiona el mayor espacio de parque urbano de la ciudad. El presidente del BPMT es el actual comisionado de la ciudad Joe Carollo, quien trabajó como consultor remunerado para la empresa que proponía la noria.
Tras anunciar su candidatura en 2017, Carollo dejó este trabajo y una vez elegido, fue el único comisionado que se opuso al proyecto, argumentando que era un mal negocio para la ciudad y que las proyecciones de ventas de boletos y los ingresos derivados no se basaban en un análisis real.
Esta especie de trabalenguas terminó en la corte. Skyviews demandó a Carollo tras la votación, alegando que utilizó “secretos comerciales” y conocimiento interno de su trabajo de consultoría para presionar por más ingresos para la ciudad. Un tribunal de apelaciones dictaminó que el comportamiento estaba protegido por inmunidad en su capacidad oficial, y la demanda fue desestimada.
Las preguntas son ¿A quiénes beneficia las recaudaciones del mirador? ¿A la empresa o a la ciudad? ¿Si se debe el dinero para financiar gobiernos locales y condales de donde se ha estado sacando el dinero para esos menesteres? ¿Existe algún descuento o beneficio por ser residente de Miami? ¿Qué gana el contribuyente? ¿Acaso vivimos en una especie de Macondo? ¿Somos parte solamente de la novela electoral? Mientras las cifras son exorbitantes, y algunos políticos y personajes miran por encima del hombro como si estuvieran en lo más alto de la Noria, los miamenses se debaten entre numerosos problemas terrenales que deberían llevar atención. Mucho más importantes que un mirador y esta estela de deudas fantasmas y justificaciones.