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Cuando pienso en mis dieciocho años de trayectoria profesional en Recursos Humanos, reconozco que se han hecho progresos considerables, pero también sé que la verdadera igualdad de género sigue siendo una asignatura pendiente.

En Europa, las mujeres están muy infrarrepresentadas en los puestos directivos, un desequilibrio que es aún más pronunciado en sectores tradicionalmente dominados por los hombres, como el transporte y la logística. Está claro que esta disparidad no tiene nada que ver con la falta de competencia por parte de las mujeres. De hecho, los estudios demuestran que las mujeres obtienen mejores resultados que los hombres en 17 de las 19 competencias de liderazgo, especialmente en tareas que implican tomar la iniciativa, ser resiliente, buscar el desarrollo personal, estar orientado a los resultados o mostrar integridad y honestidad.

Sin duda, las mujeres tienen todo lo que hace falta para ser excelentes directivas y responsables. Entonces, ¿por qué hay un desequilibrio tan marcado en las altas esferas? En mi opinión, esto podrá explicarse una vez que admitamos que en estos momentos se está produciendo un fenómeno social. Las mujeres no son solo empleadas, directivas o ejecutivas, sino que también desempeñan un papel crucial en la sociedad en su conjunto. Por lo general, las responsabilidades del cuidado de los niños y de las personas mayores, y la “carga mental” que acompaña a esas tareas, tienden a asumirlas en gran medida las mujeres. En muchos casos, esta enorme responsabilidad no se tiene debidamente en cuenta en el ámbito profesional; más bien al contrario, ya que en todo el mundo, las mujeres son objeto de prejuicios en repetidas ocasiones e incluso sufren consecuencias por este motivo.

Al mismo tiempo, las mujeres suelen ser sus peores detractoras. Por ejemplo, en lo que respecta a las autoevaluaciones, las mujeres por lo general se puntúan peor que sus compañeros varones, en especial las mujeres más jóvenes menores de 25 años. Y mientras las mujeres tienden a ser más críticas con su desempeño, los hombres, por su parte, tienden a tener un exceso de confianza y a creerse más competentes de lo que realmente son, lo que fomenta los sesgos inconscientes ya de por sí presentes en las situaciones de contratación y ascenso laboral. Con todos estos factores en juego, no es de extrañar que haya menos mujeres en puestos directivos.

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